viernes, 18 de mayo de 2012

Puente al Infinito. Capítulo 2, adelanto.


Caminamos por al menos diez minutos hasta llegar a un viejo edificio de ladrillos rojos, con varios pisos de altura. Encima de la gran puerta de hierro negra había un cartel que rezaba “Biblioteca El Portal” y al pie de la entrada descansaba una pequeña alfombra raída que me daba la bienvenida.
Con una sonrisa resplandeciente, entré al lugar detrás de Albano. Me encontré con una enorme sala, con sus cuatros paredes tapizadas de miles de estantes llenos de libros. En el centro, había un enorme escritorio circular, en el cual había una chica sentada frente a una computadora. A cada lado de éste, había varias mesas con sillas y en la parte posterior del lugar había un enorme sillón de color negro.
-Bueno, bueno- murmuró alguien a nuestras espaldas.
Me di vuelta para encontrarme con un joven alto y espigado, portador de una tímida sonrisa y de un par de ojos color café que brillaban de forma inusual.
-Ya era de que aparecieras por aquí, ¿no lo crees, querido Al?- dijo, ensanchando la sonrisa. Dirigió sus ojos hacía mí y me tendió su mano para que la estrechara-. Orión Saen, a su servicio, señorita…
-Dana. Dana Busch- respondí, con un suave apretón de manos.
-Bienvenida, Dana. Un placer contar con su presencia.
El muchacho hizo una pronunciada reverencia y no pude evitar que una carcajada brotara de mis labios.
-He de decir que usted es dueña de una risa encantadora, señorita Busch.
-Vamos, Orión. La señorita tiene que descansar y tú tienes tareas por hacer- lo reprendió Albano, con una mirada entre severa y divertida.
El joven esbozó una sonrisa a modo de disculpa y desapareció detrás de una puerta negra que había a nuestra derecha.
-Bien, ahora te llevaré al que será tu nuevo dormitorio… si es que deseas quedarte.
-¿Lo dices en serio? Este lugar es fantástico- exclamé, sin poder contenerme.
-Bueno, genial entonces. Ven conmigo.
Me condujo por el centro de la sala hasta llegar a una doble puerta de madera oscura que daba a un iluminado rellano del cual nacía una interminable escalera de caracol y comenzó a subir por ella, con lentitud.
-Eres afortunada. El cuarto de invitados da al parque que se encuentra detrás del edificio y por las mañanas tendrás una maravillosa vista- comentó, como de pasada-. El sol te despertará.
-Prefiero eso al ruidoso despertador que usaba en mi casa.
Él rió y se detuvo frente a una puerta de color rojo.
-Aquí es. En el armario encontrarás sábanas y frazadas para tu cama.
-Gracias- susurré, con la sinceridad brillándome en los ojos-. No tienes idea de lo que esto significa para mí.
-Sí la tengo, querida. Sí la tengo- fue su misteriosa respuesta y siguió subiendo hasta desaparecer.
Entré a la habitación y el asombro me dominó por completo. Mi nuevo dormitorio era amplio, iluminado por la luz que se filtraba por el ventanal que Albano había mencionado y que estaba semi oculto detrás de unas vaporosas cortinas de color celeste. El piso de reluciente madera albergaba una cama enorme, una mesita de luz y sobre la pared opuesta a la del inmenso armario de color oscuro, una inmensa biblioteca me daba la bienvenida.
Sin poner contenerme, corrí hacia ella y comencé a examinar los antiguos ejemplares que poblaban sus estantes. Los títulos eran tan prometedores que, inconscientemente, fui eligiendo aquellos que me atraían y rápidamente formé una pila sobre la cama.
Estaba decidiéndome entre dos libros, cuando un pequeño sobre rojo se deslizó de entre las páginas de uno de ellos. Lo tomé del suelo y mi corazón se detuvo por un instante: tenía el mismo sello que la carta que aquel aterrador hombre le había dejado a mi padre.
Me senté en la cama, con el pulso enloquecido y, por un instante, tuve el deseo de arrojar aquella carta por la ventana. Tenía muy presente el brillo maligno de aquellos ojos y todavía resonaban en mis oídos sus palabras. << Te aseguro que sabré si has leído la carta, niña>>
Leer el contenido de la misiva podía ser la decisión más peligrosa que había tomado nunca pero también significaba conocer esa verdad  de la que me había estado escondiendo durante años. Tenía a mi alcance las respuestas a todos esos interrogantes que habían poblado mi vida pero, ¿tendría el valor de hacerlo?